lunes, 23 de julio de 2007

Cómo mantener un monza y no morir en el intento (2da parte)


"Cuanto menos sabes, más crees" Paul Hewson (Bono)
Y Dios es testigo que creía y creía mucho, creía como lo dije en la entrega anterior que nada podía salir mal.

Y comencé a manejar, torpemente al principio (tengo que reconocerlo) pero salí airosa, actualmente soy una "chofereza". El primer año con el monza hatch amarillo galaxia fue maravilloso, tanto así que solo pidió gasolina y agua, ah y por supuesto su cambio de aceite como es normal; lo disfruté al trasladarme a la universidad y cuando salía con mi novio (ahora mi esposo), claro que yo lo disfrutaba más que él, creo que gracias a que cada vez que le tocó estar conmigo en una pendiente a el pobrecito se le habrán restado unos cuantos años de vida.
El monza es un carro relativamente grande, esto es porque es un carro pequeño en relación con carros 10 años más viejos y a la vez es un carro enorme si lo comparamos con los carros que actualmente están en el mercado, yo todavía lo veo como un tanque de guerra y por eso me costó muchísimo aprender a estacionarme... sudaba literalmente la gota gorda cada vez que me tocaba meterme en un minúsculo espacio (así veía yo a los puestos de estacionamiento hace 4 años), pero aprendí y aprendí bien.
Hay una sola cosa que lamento de ese año, mi abuela murió 5 meses después de la compra del monza y por lo tanto, no disfrutó sus ventajas. Sé que sentía terror de subirse conmigo (aunque ella siempre lo negó) y por una extraña razón aunque fuésemos dos los pasajeros tenía la sensación de que el carro estaba muy pesado y ahora lo entiendo, no solo íbamos nosotras en el carro sino que también ella montaba a todos los santos en la parte de atrás para que nos protegiera. Todavía siento esa protección... Gracias abuela sé que estás para mi siempre.

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